miércoles, 17 de junio de 2009

UN BREVE COMENTARIO


Compañeros del CEF, reciban ustedes mi afectuoso saludo. Permítanme felicitarlos por la preocupación que muestran por el mejoramiento de las condiciones académicas de nuestra escuela. Especialmente los saludo por llevar a cabo, por hacer realidad dos tareas desde hace mucho pendientes y urgentes: el Boletín del Centro de Estudiantes de Filosofía y el Diálogo Filosófico entre Estudiantes. Estoy seguro que realizando sostenidamente estas actividades lograremos el gran objetivo de recuperar nuestra tradición filosófica.

Digo recuperar y no crear – como ustedes señalaron en la portada del 1Bol. del CEF – porque ya existe una tradición filosófica en San Marcos, la cual se ha ido desarrollando desde los lejanos años de su fundación hasta la actualidad, nutriéndose con los aportes de sobresalientes pensadores conocidos por todos nosotros. Considero que nuestra tarea es más bien la de rescatar esa tradición del abandono en el que se encuentra hoy a causa de cuatro malhábitos que predominan en nuestro medio: el autismo, el memorismo, el aprobadurismo y el agrafismo filosóficos. El primero preconiza la desnaturalizada idea de que no hace falta el diálogo para hacer filosofía, el segundo se funda en la creencia medieval de que el conocimiento consiste en memorizar la mayor cantidad de información posible y reproducirla tal cual el original. El tercero rinde culto a la poltronería, pues defiende la máxima del “apruebo, ergo existo”. Por último, el agrafismo descansa en la ociosa idea de que “somos filósofos y no literatos”.

Como es evidente, compañeros, no hay nada más ajeno a la actitud filosófica que lo arriba mencionado. Ante esta insalubre situación los esfuerzos del nuevo CEF deben desplegarse en torno a la reanimación de nuestra tradición (en el sentido de re-vivirla) al modo como se reanima una llama agonizante que constituye la única luz en la oscuridad. Pero no solo eso, sino que esta labor debe realizarse conjuntamente con la de la renovación de esta tradición, es decir, darle un nuevo rostro acorde con los nuevos tiempos, replantear los viejos problemas con un toque de originalidad, de modo que tal empresa no se convierta en una mera repetición de lo ya dicho en alguna etapa gloriosa de nuestro pasado.

Briam Calderón

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