Parece ser lugar común de muchos filósofos el reflexionar acerca de su entorno social y, a través de ello, buscar cómo lograr una reforma o revolución de su realidad, una realidad que los ‘aplasta’, que los tiene ‘marginados’ y con la que se sienten inconformes.
Así lo vemos en dos filósofos del siglo XIX, Comte y Marx. Precisamente en Comte, la filosofía es definida como el sistema general de las concepciones humanas, propio de cada estado teórico en la marcha progresiva del espíritu humano (Humanidad), siendo el estado positivo y por consiguiente la filosofía positiva la fase última, fija y definitiva en este progreso. Dicha filosofía positiva debe captar todos los fenómenos como si estuvieran sujeto a leyes naturales (necesarias e invariables), que al ser descubiertas deberán ser reducidas por el filósofo positivo al menor número posible; en otras palabras, el filósofo es el que determina exactamente el espíritu de la ciencias positivas, sus relaciones y enlaces (esa es su tarea en la estricta división del trabajo hecha por Comte). El filósofo, según el positivismo, es un científico; que, en tanto positivista, vincula la filosofía con la política (que son inseparables); y como ‘sabio positivo’ debe detentar el poder espiritual (intelectual/teórico) pues debemos tener en cuenta que “las ideas gobiernan el mundo”. De todo esto, el filósofo (sus doctrinas y por ende la filosofía) es útil en tanto pretende y logra la (última) superación social, la “sociedad armoniosa” basada, por supuesto, en una ciencia y una religión positivas.
Esta utilidad de la filosofía es evidente, también, en el marxismo, que la entiende como conocimiento verdadero de la realidad, como una ciencia positiva que debe pretender la transformación del mundo y no la mera interpretación de este. Sólo se supera la filosofía realizándola y esta encuentra sus armas materiales en el proletariado. “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”, reza una famosa tesis, que parece resumir en una conjunción adversativa toda la doctrina en relación a la utilidad de la filosofía, ligándola después con la abolición del proletariado. La filosofía es útil en tanto es la “cabeza” (guía) de la inminente revolución.
Desde mi punto de vista, la filosofía está por encima de la esfera de la utilidad o la inutilidad. La filosofía es a-útil. Esta es una definición sólo de índole negativa.
Es connatural a todo ser humano el sentimiento de inconformidad ante la realidad que le toca vivir, y esto es evidente en estos dos filósofos, mas cuestiono el hecho de tener que llamar a los planteamientos frutos de esa inconformidad (en tanto llevados a su extremos de realización práctica) como filosóficos. Es cierto, no es posible desvincular al hombre de la sociedad en la que vive (“el hombre es un ser social”); sin embargo, pretender que la utilidad máxima (sine qua non) de la filosofía radica en dirigir una pretendida revolución, fruto de elucubraciones intelectuales, es peligrosa para la subsistencia de la filosofía, pues puede hacerla caer en el dogmatismo (negándose a sí misma). La necesidad de la filosofía trasciende a su pretendida utilidad. El llevar a la práctica las ideas filosóficas no es una tarea inherente a la filosofía. Esto no significa desmerecer y negar la necesidad de los cambios planteados por estos filósofos, sino pretende recordar la esencia (si cabe hablar de esencias) de la filosofía: “la búsqueda incesante (e infructuosa) de la verdad”
Así lo vemos en dos filósofos del siglo XIX, Comte y Marx. Precisamente en Comte, la filosofía es definida como el sistema general de las concepciones humanas, propio de cada estado teórico en la marcha progresiva del espíritu humano (Humanidad), siendo el estado positivo y por consiguiente la filosofía positiva la fase última, fija y definitiva en este progreso. Dicha filosofía positiva debe captar todos los fenómenos como si estuvieran sujeto a leyes naturales (necesarias e invariables), que al ser descubiertas deberán ser reducidas por el filósofo positivo al menor número posible; en otras palabras, el filósofo es el que determina exactamente el espíritu de la ciencias positivas, sus relaciones y enlaces (esa es su tarea en la estricta división del trabajo hecha por Comte). El filósofo, según el positivismo, es un científico; que, en tanto positivista, vincula la filosofía con la política (que son inseparables); y como ‘sabio positivo’ debe detentar el poder espiritual (intelectual/teórico) pues debemos tener en cuenta que “las ideas gobiernan el mundo”. De todo esto, el filósofo (sus doctrinas y por ende la filosofía) es útil en tanto pretende y logra la (última) superación social, la “sociedad armoniosa” basada, por supuesto, en una ciencia y una religión positivas.
Esta utilidad de la filosofía es evidente, también, en el marxismo, que la entiende como conocimiento verdadero de la realidad, como una ciencia positiva que debe pretender la transformación del mundo y no la mera interpretación de este. Sólo se supera la filosofía realizándola y esta encuentra sus armas materiales en el proletariado. “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”, reza una famosa tesis, que parece resumir en una conjunción adversativa toda la doctrina en relación a la utilidad de la filosofía, ligándola después con la abolición del proletariado. La filosofía es útil en tanto es la “cabeza” (guía) de la inminente revolución.
Desde mi punto de vista, la filosofía está por encima de la esfera de la utilidad o la inutilidad. La filosofía es a-útil. Esta es una definición sólo de índole negativa.
Es connatural a todo ser humano el sentimiento de inconformidad ante la realidad que le toca vivir, y esto es evidente en estos dos filósofos, mas cuestiono el hecho de tener que llamar a los planteamientos frutos de esa inconformidad (en tanto llevados a su extremos de realización práctica) como filosóficos. Es cierto, no es posible desvincular al hombre de la sociedad en la que vive (“el hombre es un ser social”); sin embargo, pretender que la utilidad máxima (sine qua non) de la filosofía radica en dirigir una pretendida revolución, fruto de elucubraciones intelectuales, es peligrosa para la subsistencia de la filosofía, pues puede hacerla caer en el dogmatismo (negándose a sí misma). La necesidad de la filosofía trasciende a su pretendida utilidad. El llevar a la práctica las ideas filosóficas no es una tarea inherente a la filosofía. Esto no significa desmerecer y negar la necesidad de los cambios planteados por estos filósofos, sino pretende recordar la esencia (si cabe hablar de esencias) de la filosofía: “la búsqueda incesante (e infructuosa) de la verdad”
Eurípides Mandeville
7 comentarios:
Enfocar a la filosofía como un pensar desinteresado en su contexto por la búsqueda “esencial” de la verdad, a mi parecer, es de todo pernicioso, por dos puntos: ¿que verdad –verdad superable- trascendente se ha de encontrar si nos alejamos de aquello que es lo único que haría de tal verdad algo trascendente? segundo, esto llevaría a plantear al filosofo como un onanista de la razón, un loquito ermitaño que en su pretensión de iluminado cree elevarse sobre el mundo. Ahora, la manera en que se ha reflexionado sobre la utilidad de la filosofía, es de toda limitada, pues solo se ha planteado de manera lacónica como dos filósofos conciben la finalidad de la filosofía, y la utilidad de ella en tanto se organice la sociedad de forma naturalista, o en tanto se concrete como una revolución social, pero no necesariamente la utilidad se ha de suscribir a estas dos tendencias. El ámbito de la utilidad y la inutilidad parece estar adherido a la reflexión filosófica desde que Sócrates empujo a la filosofía al mandato de la divinidad délfica: “conócete a ti mismo”, de una o de otra manera su seguidor más próximo tampoco dejo de lado, por mas que su razón navegara en un mundo inteligible, el carácter útil de la filosofía, y lo importante de su mito de la caverna. La división tripartita aristotélica de la razón -seguida por Kant-, parece querer también satisfacer este ámbito, donde la razón, descubridora de las primeras causas (inútiles para la vida), también nos dota de un saber práctico, útil, y no ajeno al carácter filosófico. La filosofía se mantiene en un cuadro teórico-practico, una fuente de sentido para la vida y de poder repensar tal sentido. Claro esta, que la filosofía no comprende una utilidad inmediata, utilidad de esta índole no es pertinente a ella. En la modernidad el carácter teórico-practico sufrió cambios sustanciales, desde una perspectiva que desvela la razón como una mascarilla de la volutand, así la filosofía se vuelve practica-teórica, afirmación sustentada por uno de los filósofos mentados en el breve ensayo. Por tanto es dable, a mi punto de vista, reflexionar sobre los límites de la inutilidad-utilidad que alberga la filosofía, en la cual la exacerbación de uno de estos dos aspectos puede degenerar a la filosofía misma. Así lo que se muestra de “a-útil” es pensar a la filosofía fuera de un ámbito que se renueva con ella.
Platón es quien confía en una finalidad práctica de la filosofía. En tanto el filósofo ha comtemplado la justicia, el bien y demás fantasmagorías, este mismo filósofo está forzado a regresar de la luz hacia la oscuridad para iluminar a los hombres con su brillo. Por su parte, Aristóteles entiende a la política como un arte, un saber práctico que es necesario para vivir en sociedad, no necesariamanete ligado a la filosofía, teniendo en cuenta que para Aristóteles la filosofía primera es la metafísica.
La filosofía entendida como la búsqueda de la verdad es insuficiente, sabemos que esta búsqueda es interminable al menos para la gente sensata. Lo lamentable del asunto es que contempóraneamente hay quienes creen que la salida de la caverna platónica se realiza de modo estrictamente individual, a manera de ascesis religiosa. Este punto de vista es premoderno pues no toma en cuenta que la salida de la caverna se realiza de manera intersubjetiva, no por todos los miembros de la polis pero sí por una comunidad de personas entregadas a la labor intelectual.
La Filosofía y el diálogo implican siempre alguna forma de interpretación, así que permítanme interpretar al amigo Eurípides Mandeville -muy a mi manera, claro.
1) El filósofo busca conocer tanto al Ser en sí como al Ser dinámico, con lo que la Ciencia bien puede ser de interés suyo. Cuál de los dos es el objeto más importante para cada investigador creo que puede quedar en cada uno -por preferencias, vocación o como quieran llamarlo.
2) La Filosofía, en su theorein;, puede aprovechar la praxis sobre las pragmata y viceversa; pero eso no funde theoria y praxis: sólo las relaciona -inevitablemente, por el objeto de ambas.
3) ¿Podría ser la Filosofía herramienta de las Ciencias Sociales, las técnicas y un largo etcétera? Yo creo que sí ¿Significa acaso que ésta es inferior (en tanto sierva, diríamos)? Ciertamente no lo creo. Pongámoslo así: el revolucionario Platón, en Siracusa, al estudiar la realidad, le ha de consultar al filósofo Platón -al tener éste más autoridad- por lo que él entiende de ella. A partir de la Filosofía se puede transformar la realidad ("Saber es poder"), pero eso ya no le compete al filósofo en cuanto tal.
Ahora bien, el filósofo, en tanto ciudadano, tiene la responsabilidad de utilizar todas las herramientas que tiene a mano para la solución de las necesidades incluyendo su vocación y su conocimiento (obtenido éste de su comunidad y a partir de sus propias investigaciones) Sea por entrega intelectual, filantrópica o utilitarista, este ciudadano que accidentalmente es filósofo DEBE ayudar de acuerdo a sus posibilidades (ciñéndose a ellas)
Muy de acuerdo en que no puede ser ascética la actividad del filósofo: debe más bien darse en un ambiente de sana confrontación y enriquecimineto. Por esto -y permítanme volver a mi punto usual- debe defenderse el carácter académico de la universidad.
Pensar la a-utilidad de la filosofía es un enfoque posible de concebir, pero ciertamente no de los más estimulantes. La filosofía se alimenta de la praxis cotidiana y social. En este punto, quisiera ser tajante: ignorar ello, es anular la más rica posibilidad de la filosofía, como es desplegar la reflexión en la vida personal y colectiva. Cuidémonos del dogmatismo.
Queda claro por los comentarios el carácter "ambiguo" de la filosofía frente a la realidad concreta ( vista desde su origen). Pero es necesario defender (hoy más que nunca)un uso debido y serio de un filosofar para con el ser social. El marxismo (tomándolo como ejemplo), plantea una unidad dialéctica entre teoría y práxis; se cuida entonces de no caer en desvalance proclive al dogmatismo. Y es el dogmatismo una enfermedad no exclusiva de una sola escuela filosofica (solo notemos a la filosofia analítica y su reducción exagerada al lenguaje). Por otra parte, termino manifestando mi interés por hacer filosofia desde una reflexión muy elevada, pero con los ojos en la tierra.
Cuando se dice que la filosofia es inutil no es en un sentido peyorativo sino en el de señalar su estado marginal con respecto a los asuntos empiricos. Introducir un termino como a-utilidad estaba de mas.
Es muy cierta la conclusión la cual se expresa. El único motivo que impulsa a hacer filosofía es esta busqueda de la verdad, aunque no se pueda hallar, pero por lo menos uno puede hacer tal busqueda. Además, a mi parecer la filosofía no es filosofía, si ésta no sirve. Es un muy interante encontrar estra frase en un libro de didactica de la filosofía porque si la filosofía no me sirve para nada entonces para qué hacerla. En todo sentido, no me interesa que tamaño de discurso bien elaborado sea, si es que esta no me ayuda en nada. Me gusta la filosofía porque filosofar me hacer feliz. me hace feliz porque por medio de ella pueda hallar respuestas, que por lo menos, den sentido a mi vida. Aunque el hecho de ser Cristiano, el sentido de mi vida es llegar a DIOS.
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